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Fundamentación
El campo de estudios de la Comunicación lleva más de un siglo de aportes. El diálogo de saberes, su vinculación con las Ciencias Sociales y las Humanidades está en la base de su constitución, así como el conjunto de paradigmas y tradiciones que han dado lugar a diferentes líneas de pensamiento y acción que nos llevan a reconocer la diversidad de áreas y temas de interés que, acorde a sesgos y determinantes epocales, han definido trayectos y disputas en el campo.
No sin contradicciones, tanto la investigación como la formación en comunicación han estado tensionadas, desde siempre, por intereses de diversa índole. Algunas, traducidas en debates y críticas de época fueron configurando el campo y sugiriendo las claves de problematización para pensar el lugar de la comunicación en procesos mediáticos, sociales, políticos, culturales, comunitarios, educativos, artísticos.
Como parte de ese devenir algunos temas y sentidos adquirieron un carácter particular en la región. Desde la comunicación alternativa y popular a los estudios sobre audiencias y consumos culturales, pasando por la pregunta sobre la técnica, por los análisis de los medios y las industrias culturales en clave de crítica ideológica y discursiva hasta sus vínculos con lo público, con los poderes y sus estrategias en cada nivel de la trama social, desde lo micro a la macro social. Asimismo, demandas históricas afines a la comunicación, algunas de larga data y otras más ancladas en lo coyuntural, fueron haciéndose un lugar en la agenda académica.
Las posibilidades que nos otorga los estudios de la comunicación para pensar y decir nuestro tiempo son importantes y significativas. Pero precisamos reconocer, sobre todo, que se trata de una responsabilidad. El estado actual de las cosas, esto es, la matriz socio-cultural operante, las formas que adquiere la comunicación, los determinantes técnicos y tecnológicos, las dinámicas de las industrias culturales que emergen y propician, y la incidencia de todo ello en el campo académico, en el campo profesional y en la vida cotidiana de los sujetos, así como el contexto histórico-político, las tendencias y doxas de época requieren que pongamos a la comunicación en el centro de la escena, no como modelo de comprensión universal sino como actor involucrado en el proceso histórico-cultural que nos trajo hasta acá.
Por ello, ante un mundo acelerado invocamos un tiempo de comunicación como llamado a un detenimiento reflexivo y necesario en torno a los procesos que han ido construyendo unas preguntas por lo comunicacional.
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